Diez Cartas a Mercedes... Carta Dos: Si vivo cien años...

Ya había pasado la euforia del Charleston, el swing y el jazz parecían florecer por ahí de los 30's.
Naciste el mismo año que Elvis Presley y de joven la ilusión de un "Té danzante" te llevó a viajar por muchos sueños en donde quizá conocías a un hombre apuesto que te robara el corazón.
Ya estarías rozando hoy los 77 y lamento tanto que lo que apagó la vela fue el viento que cruzó por la ventana abierta y olvidada de tu casa, esa que abandoné por miedo a la locura que me causa tu ausencia.
Que injustos son los años que no pararon las manecillas esperándome para comprender que vida sólo hay una y que si no la disfrutaba a tu lado, seguro lloraría de melancolía un día como hoy en el que fuera tu cumpleaños.

Mercedes, el reloj sí marcó las horas, y a lo lejos escucho ese bolero interminable diciendo "ella se irá para siempre, cuando amanezca otra vez". Pero ¿qué te podría contar a tí de las partidas, de las separaciones y del dolor de la ausencia? -Nada- Lo sé....

Primero se ausentó tu padre, luego Roger, tu abuelo y luego toda tu familia, escogiste el camino correcto, pero no dudo que hayas sufrido la soledad aquellas tardes en las que contemplabas el televisor, en tu sillón reclinable verde, soñando con reunirte con tu madre quien fue intima e inseparable cómplice de alegría y de espera.

Para tí el tiempo fue relativo, siempre anticipada a tu época, o en el límite de edad para ser madre, a tiempo siempre en el trabajo, y estacionada siempre en las manecillas del reloj del corazón... amando intensamente aún en silencio, aún inconciente.

Dormías poco de noche y soñabas mucho de día, la pintura, la música, la poesía, la ortografía, la enfermería, la contabilidad, la limpieza, el buen humor y sobre todo la esperanza, eran tus fascinaciones. Viajaste mucho y conociste otros países, durante 13 años tu vida fue nómada de estado en estado, de país en país, aprendiste francés y tomaste clases hasta de Personalidad con Pilar Candel; Usabas pelucas y siempre sonriente disfrazabas el dolor profundo que te hacía tomar la máquina de escribir para evocar a Dios y preguntarle por qué te había hecho tan desdichada, teniendo todo y sin tu amor sentir que no tenías nada.

Nadie te ganaba a bailar Chachacha o Mambo de joven y de grande una copa de algún buen licor, te brindó calor en alguna noche bruna en la que la melancolía te destrozaba. Ya ultimamente, venía tu costumbre de abrazarme por las noches, y yo de repente lloraba, veía como el maldito reloj avanzaba y sentía como te estaba perdiendo... Así como a Roger le perdiste una mañana, yo te perdí una tarde a medio día, antes de un año nuevo.

Este cumpleaños y todos te diré "Si vivo cien años, cien años pienso en tí". No creas que me olvidé de tus mañanitas con Pedro Infante, tomé café con leche, lo acompañé con pan, pasé el día pensandote y soñandote, agrediendo verbalmente al despertador que en la madrugada no me dejó, por fin, en mis sueños abrazarte; no comí pastel pero si le pasé la tinta de nuevo al tatuaje de tu angelical sonrisa y tu mirada melancólica. Olí tu ropa y me puse un collar tuyo...

Tic... Tac... dice el reloj; es hora de despedirme, pues este tren lleva más cosas que escribirte... pero algo más alegre, algo más dulce como tú...

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