Él...

0 comentarios

De él nunca he escrito para que alguien me leyera; le dediqué sin embargo párrafos interminables, que si los volviera a leer parecerían de una adolescente enamorada.
Recuerdo exactamente cuándo terminó, un día de febrero en el que no hubo más que silencio y el motor se paró… Le dije que estaría con él, que no iba a seguirlo engañando, que nunca pensé que amar a dos personas era posible; a pesar de ser tan fuerte, sé que lo dañé un poco, aunque quizá el final estuvo anunciado desde el día que comenzó todo.
Nunca escribí de él porque cualquier persona podría haber sabido de quién hablaba, si tan sólo me hubiera visto mirarlo, si tan solo hubiera observado el sudor de mis manos, lo erizado de los brazos, la sonrisa nerviosa y el deseo incontrolable. No, nunca fuimos novios…
Antes de terminar sorteamos todo tipo de mentiras, nos pudieron descubrir más de 10 veces, dejamos a un lado el mundo y encontramos cada una de las formas más impensables para encontrarnos todos los días, para vernos, para escapar, al final era más obvio de lo que siempre quisimos o de lo que imaginamos; los dos estábamos prohibidos, pero nunca importó.
No sé si lo que me enganchó y llevó a volar fue su forma tan irreverente de haberme conquistado en dos segundos, quizá desde el primer día que hablamos, quizá desde el primer hola y nunca se lo quise aceptar; era un niño, ¡Por Dios!, la experta en el amor –que era yo- jamás se dejaría llevar por el encanto de un escuincle… La vida da muchas bofetadas y en una de esas inconsciente, ¡Claro! ¿por qué no? Me enamoré.
La neta, sí fue engañarme porque yo pensé que le podía dar una lección a quien anteriormente me había fallado y “mostrarle el cómo sí se hacían las cosas”; mi consecuencia fue enamorarme de quien no pensaba y estar en disyuntiva constante entre cerebro y corazón. Pero él se lo ganó, le dio vida a aquello que pensaba no sentir.
Hoy pienso en el final porque me gustaría que todo hubiera quedado ahí, en una historia que terminó y que no trascendió, pero después de tantos años, me convenzo cada día más que fuera de una aventura, me cambió la vida, me advirtió que algo no iba bien con lo que ya vivía, me dio energía, me devolvió la ternura, recordé como era amar y demostrarlo con detalles, con mensajes, con caricias interminables; y sólo lo amé… con todas mis fuerzas, con todas las ganas, cada noche que pude, que me escapaba, en la calle oculta, huyendo de las fiestas con amigos, esquivando compromisos, haciendo espacios inexistentes, acurrucándonos en un hotel, o disimulando en una reunión, cantándonos canciones a escondidas.
Me encantaría decir que no fue importante y que la aventura con alguien menor que yo fue divertida pero que ya pasó. Pero nunca se fue, de una o de otra forma siempre nos hemos de buscar no para intimar, no para besarnos; en realidad, sólo nos buscamos porque sabemos que en nuestras manos no nos vamos a lastimar, encontramos en nosotros el refugio seguro, la caricia sincera, un abrazo recio de corazón a corazón, una mirada comprensiva, así como se ven las personas que son tu gran amor, aunque hoy sólo le pueda decir amigo. Él fue el innombrable, la tarea pendiente, para muchos el cínico que rompió un matrimonio, el niño que jugó a ser grande, y para mí sólo fue alguien que se arriesgó y dio todo para que estuviéramos juntos, que luchó meses para que no se acabara.
Y lo amo como aquel día en que lo dijimos por primera vez, lo amo tan de verdad que lo quiero libre y feliz, lo amo tanto que sé que nunca estaremos juntos pero soy feliz de que encuentre con quien compartirse y a quien hacer feliz.
Nunca antes escribí de él, porque me resistí a aceptar que fue tan importante, que no me dejó un recuerdo, me dejó tatuajes; que sus hoyuelos en las mejillas son mágicos para cambiarme el aire y que un abrazo suyo me hace dejar de llorar. Hoy como hace años me brinca el corazón al pensarlo; es mágico, él es magia, él no es mío pero vive en mi.

Minas inertes

0 comentarios
Como aventura de niños; la esperó en la parada del camión, sólo tenían una hora para usar un lugar prestado; no había forma de decir más, corrieron, ella en tacones, y él en tenis... Es imposible saber qué tanto se notaba la diferencia de edad.

Corrieron por una calle, llegaron a una vecindad, a pesar de los años a ella le daba pánico la aventura colegial, hacía ya muchos ayeres que las aventuras por ser descubiertos se habían convertido en encuentros rutinarios con la misma persona, tras la ventana de su casa, quizá en la cocina, tal vez un manoseo en el transporte público, ¡vaya! no más riesgos; eso ya no encajaba en su modo de vida.

Entraron rápido y las bocinas y la música estaban prendidas, canciones que ninguno recuerda, pues sólo eran la cortina de humo para esconder los sonidos de la excitación liberada. No hubo más preámbulo, 60 minutos eran el tiempo perfecto para algo apresurado, retador y peligroso...

Días antes había comenzado todo, una salida entre amigos, una noche sin mucho qué hacer, un sofá grande, espacioso, películas, oscuridad y esa chispa traicionera, que te envuelve cuando menos lo esperas y te atrae a quien menos piensas, pero te electriza, y decides ser irracional, aventarte, te vuelve temerario, osado y valiente. Lo prohibido, lo escondido, eso que te hace sentir más placer, quizá por eso aun después de prometer que no habría segunda vez, ya estaban en un lugar que sólo el conocía, y la hacía sentir como la novia de preparatoria que escondida en la oscuridad sin siquiera estar desnuda por completo acudía al encuentro de un amante nervioso con el tiempo contado.

Se embarcaron en las caricias desesperadas, él la recorrió por todo el cuerpo como un experto, se extravió entre sus senos sensibles y expectantes, buscó el espacio perfecto para posar su rostro, colocó las manos aún suaves en las caderas; ella hizo suya la espalda a caricias, lo alabó como el náufrago a la tierra, lo mordió y le hizo sentir ese deseo, la desesperación por probar aquello que era incierto, la impaciencia por vibrar convencida de que sí hay deseo puro y entrega fugaz sin necesidad de amor.

Así entre vaivenes el tren del deseo propuso formas diferentes, reconocimiento de cuerpos, acople de pieles, choques mojados, ojos cerrados y gemidos con palabras entrecortadas; ¡Me encantas! -se decían-
eran dos seres en la cima del placer dejando de lado cualquier prejuicio, los años, la diferencia, la igualdad; no podía más que haber armonía, la mezcla perfecta entre el deseo y la complacencia, la explosión incesante de las minas que parecían inertes...

- La próxima vez te invitaré a mi departamento, y no habrá límite de tiempo.
- No habrá próxima vez; contestó.

Curso de Locución - Emisora Cultural Mexicana

0 comentarios


Ciudad de México

¡Los esperamos!

La crisis de la "edad de Cristo" - Los fatídicos 33

0 comentarios
No me siento pasada de moda, es más, yo me sentiría más franca y coherente que hace unos 10 años, pero hoy ante las tropelías del destino, me encuentro a la búsqueda de una oportunidad laboral. Sí, espero que no sea lo peor que le ha pasado a alguien, tengo 33 y estoy buscando un equilibrio laboral, aunque en mi cabeza retumben las frases "Maestro de todo, oficial de nada", "Ya estás ruca para andar probando", "a los 30 los comunicólogos no encuentran trabajo", "las nuevas tecnologías nos invaden", etc., etc. 

La realidad es que sí, no puedo ser de piedra, sí me llegan un poco las dudas, la crisis de "la edad de Cristo", no lo sé. Sin embargo, creo que ser redactora a la antigüita, gozar de hacer borradores en papel, leer libros en los camiones, aterrizar ideas de la nada y no necesariamente guardarla en un recordatorio de una Ipad me hace menos inteligente, ni con menos capacidades. Claro, quiero, me gusta y disfruto de la tecnología, las redes sociales, los blog, que por cierto ya tengo desde hace algunos años, sí descuidado, pero en franca rehabilitación; disfruto ver videos de recetas de cocina, chismes de espectáculos, documentales, amo las series que nos brinda internet, busco nuevos softwares, sé usar hashtags, tuiteo, publico fotos; soy totalmente facebookera, y no solamente a nivel usuario, pero, hoy en día no sé si esta crisis me está sobrepasando.

Tengo 33, soy redactora, creativa, correctora de estilo, locutora, productora, instructora, y casi, casi, ya me estoy animando a vender tamales los domingos afuera de mi casa, o hacer pancita, o seguir mi instinto haciendo nuevas recetas de mis chiles en escabeche. No he tenido la mejor suerte, pero sí tengo, y estoy convencida de ello, la mejor cabeza, los mejores coachs, la mejor gente a mi alrededor de las que en mis momentos inspiradores a bordo de un transporte público he pensado y repensado como contar su historia. 

¿Planes? muchos; ¿metas? sí, y no voy a bajar la guardia. Sólo quiero seguir retratando en mis letras la historia que pasa cerca y me hace suya, con todas sus implicaciones; ¿que si el destino me ha jugado rudo? Sí, pero, parte de ello ha sido mi inspiración para expresar el dolor más grande, el problema más fuerte, la felicidad más inmensa y distinguir que si vamos montados en esa ruleta rusa, tan trillada y usada como metáfora de la vida. 

Creo que  de momento se ha le acabó la pila a la ruleta y llevo como dos años abajo, pero no me rendiré. Estoy convencida que el estar formado a la vieja escuela no me hace menos.

Emocionalmente y cognoscitivamente me considero en mi mejor etapa, así que con un empujón, y por supuesto mucho estudiar, acercarme y sentirme parte, le daré batalla a los nuevos competidores de este mundo tan fugaz de la comunicación social.

De momento, revivir este blog, con historias, enojos, emociones, y mucha música. Re bienvenidos a este mi espacio.


Con cariño.

aZul-eTêReA

Sonrisa

0 comentarios
Amo el contorno de una sonrisa coqueta,
busco una sonrisa inquieta, que me vibre en la memoria, 
que me llene de emoción la cabeza.
No pedí nada y te encontré, 
Qué hermosa casualidad, que bella tu sonrisa...

Oh! y esos ojos pequeños pero expresivos,
una mirada etérea... 
Cómo es que te estas escabullendo y de repente,
ya en mí te encuentro.

Sí, eres culpable, debes ser castigado, 
mira que robarme una sonrisa matutina,
una de madrugada y una vespertina,
Me encantaría tenerte abrazado...

Para besarte en los labios... para tenerte a mi lado