Se busca... hay recompensa

Para muchos el domingo pasado, ha sido el peor día de su vida, y es que las lluvias arrasaron no solo con paredes, o algunos carros atorados, sino con algunas muchas otras cosas.

Todo era normal, cuando partía de regreso a mi casa y la lluvia no cesaba, media hora tratando de conseguir un taxi, observando a las lombrices de agua caminar placidamente por avenida Juárez, cuando decidimos mejor caminar a Balderas para ver si ahí no nos ganaban el taxi, después de que muchos ya nos la habían aplicado, tomamos por fin el camino.

Gran susto nos dió el darnos cuenta que por poco no la libramos en un encharcamiento tal, que el agua nos llegaba a la mitad de las puertas del taxi, fue un momento de tensión, sólo rogando poder pasar sin contratiempos, por fín, llegamos después de un largo rato a la primer parada, cuando nos dimos cuenta que ¡Oh Dios!, sí el taxi estaba inundado por dentro, bueno eran unos charcotes, no me iba a ahogar, pero tampoco la libraban mis pies, así que siguió la mojada tremenda, mis pies ahora nadando en un zapato de lancha.

Genial, pensé, hoy era uno de esos días en los que no quieres levantarte de tu cama, pero el deber llama, y tan taraaaaaaaaaan ¡Misión Aniversario! tenía que concluirse. Y bueno, el taxi me llevó hasta San Lázaro, pero que susto fue ver a todas las personas como un gran hormiguero, fuera de la estación y todas intentaban tomar un transporte, algo me decía que no debía bajarme, tal cual fue, cuando estaba dudando entre si y no, avistamos otro gran encharcamiento y el taxista no quiso arriesgarse. En fin, le dije: "déjeme más adelante, en la siguiente calle, para que ahí tome el microbus y usted ya no se meta al tráfico". Ni tardo ni perezoso el señor me hizo caso, lástima que cuando quise desistir, ya era demasiado tarde ya se había parado y detenido el taxímetro, y es que no había luz en esa colonia, y para ser francos, ese rumbo de la "Peni" no está nada bonito.

Pues ya estaba de Dios, pensé. Cuando de repente, vi la salvación un microbús de esos que me dejan en la esquina de mi casa, me sentí segura; en cuanto me hizo la parada, intenté subir por adelante, no pude, así que dije: " es ahora o nunca" y me subí por atrás, la ventaja es que habían bajado ahí mismo otras personas, entonces, me subí y ¡Eureka! había un lugar vacío en la esquina derecha, hasta atrás, mi lugar favorito en los microbuses, pensé.

Había un asiento justo enfrente de mí que veía a la puerta de bajada, era individual y quedaba el perfil de la persona enfrente de mí, la primer persona ahí sentada, bajó y se sentó otra que iba parada, hice caso omiso de cualquier ser en el mundo, hasta que de repente yendo por Av. Eduardo Molina casi al llegar al mercado Morelos, el tráfico se hizo desesperante, avanzaba lenta lentamente, y me quedé viendo al frente, cuando de repente, me pregunté, ¿Qué hice todo este tiempo, que no vi lo que tenía enfrente?.

Sin mucho alboroto, el microbús, tomó un atajo, cuando ibamos a incorporarnos de nuevo a Molina antes del circuíto interior, se detuvo y se apagó, el chofer intentó desesperadamente arrancarlo de nuevo, escuché la voz de una señora que dijo "ya se volvió a parar, y ahora ¿quién nos empujará?".

Yo creía que no podía tener tan mala suerte, ya llevaba en el trayecto más de dos horas, recibí la llamada de mi hermano, cuando me percate de una mirada, de esas personas que sin querer ponen atención cuando alguien más va hablando por teléfono en el transporte... Sin que me molestara, correspondí esa mirada, una de las más lindas que he visto.

Tras unas gafas, se encontraban unos ojos más o menos claros y hermosos. Terminé mi llamada y me empecé a desesperar, todo parecía retomar la esperanza, aunque muchos ya se habían bajado. Se acercó otro microbús y el chofer del nuestro, le pidió un empujón, todos respiramos de tranquilidad, cuando escuchamos que no, que traía la defensa "amolada" y que quizá se le caería por que no aguantaría empujarle.

Esperamos a que pasara otro, que sí nos ayudara, mientras tanto, descubrí que esos ojitos hermosos que había visto... ahora tenían un rostro que quería seguir viendo, y una sonrisa se cruzó en medio de la desesperación de no avanzar. Otra sonrisa y otra y otra y otra más, y yo que no podía contenerme la risa nerviosa, lo ví de arriba a abajo, un pans azul marino tenis blancos, chamarra azul marino igual como de gamusa, traía una mochila gris con rojo y se veía que no traía muchas cosas. Era uno de esos que llamo ¡Güeritos bonitos!, tenía poquita barba, blanco, cabello corto y castaño oscuro.

Después de varias sonrisas no pude evitarlo, suspiré... y de repente, apareció otro microbús. Sí ahora que ya no quería que apareciera, llegó; y éste si quiso ayudarnos, empujó y a tirones y jalones revivió la marcha del transporte donde viajaba. En teoría faltaba muy poco para llegar, cuando iba incorporándose a Molina, unas señoras que venían de una fiesta, creo que todo el microbús se dió cuenta jajajaja, y no por que hablaran bajito, creánme... subieron precipitadamente por la puerta de atrás, y aquel hombre demostró a parte de todo, ser todo un caballero, le cedió el lugar a una de ellas, a lo que ella respondió con el gesto de amabilidad, y le cargo su mochila, yo recargada en mi instrumento sonreía a la par de su mirada.

El tráfico denso nos dejó cruzar más miradas, cuando descubrí que mis labios estaban partidos, saqué mi crema labial sabor uva y me la puse, a lo que él respondió con una sonrisa más, yo no tenía explicaciones, ¿saben? son de esos días que crees que no te ves bien, que sabes que vas fachosa y que no es tu mejor vista, y que para colmo dejas el egometro en casa y quizá hasta perdido entre la ropa sucia.

Por fin nos acercabamos a donde yo iba a bajar, y no sabía como explicarme a mí misma que había más que sonrisas, que tenía que avivarme, cuando recordé que traía tarjetas, saqué una y señalé mi número, no podría soportar el que le llamara a Karina o Fabiola, por que seguro no sabrían ni que decir y sólo se burlarían de mí.

Llegamos a Talismán, no había luz entonces, se pasó el semáforo, preparé mis cosas me levanté tan segura de darle la tarjeta, y pensaba en qué decirle, para no verme tan mal. Cuando le dije a un señor, "puede tocarle por favor" y lo vi de frente , cara a cara, tan cerca o más que antes....

Si tu que lees esto, eres aquel chico, o alguien lo reconoce, o lo identifica, o escucha una aventura conocida, digale que cuando dijo:¡Si, nos vemos!, quizá no me escuchó, pero yo dije: ¡Ojalá! y que con el enfenón sólo pude sonreírle una vez más, pero sería genial cruzar más palabras...

Y que intentaba darle una tarjeta con mi teléfono, pero la gente me empujo a la bajada, y la tarjeta quedó en pedazos camino a mi casa... Me reprocho el no haberle abordado, pero cuando una sonrisa es tan hermosa te atrapa, es difícil reaccionar. Sólo espero volverlo a ver, trato de regresar por la misma ruta, cerca de las 8:30 p.m. en los microbuses que recorren todo Eduardo Molina.

¡Se busca! ¡Ojalá te encuentre de nuevo!

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