El columpio

Antes de llegar a la esquina, aunque sigo caminando siento las ganas impetuosas de voltear una vez que termine la calle, ahí sólo a dos calles está el parque de la colonia, muy renovado en esta ultima visita, con juegos nuevos, con algunos otros ya desaparecidos y muchos niños, algunos y en su mayoría pequeños de la mano de su "mami" para jugar un rato. Pensé mucho en ir de nuevo, ese parque hace ejercer en mí fuerzas que no recordaba y provoca sensaciones y emociones de nostalgia. Hace ya un cuarto de siglo que vivo en esta colonia, para ser precisos desde el segundo día que estuve en este planeta llegue aquí. He visto pasar y pasar los años y las ausencias se hacen grandes, los dolores intensos, la incertidumbre angustiante y el tic tac asesino no ha dejado de sonar.

Me viene a la mente un columpio, uno de los que estan cerca del módulo de policia que tiene vista panorámica a todo el parque, a la primaria, a la panaderia, la paletería, las tiendas, los negocios de comida, la carnicería, al restaurant que antes era farmacia, a la casa donde vivía un perro pastor alemán que era el amigo secreto de la infancia al que le llevabamos nuestra comida del recreo a la hora de la salida de la primaria, que justo está atrás del parque o más bien están fusionados, la entrada a la primaria está rodeada de jardineras redondas con árboles grandes, mañanas y tardes enteras pasé jugando, ríendo, llorando, entendiendo y meditando.

No recordaba por que dejé de ir... Ayer meditando en una jardinera, me vino a la mente uno de los momentos más horribles de mi vida: cuando descubrí mi fobia a las ratas, ratones, roedores en general; Por la basura, en el parque hay ratas de esas grises horribles de coladera y se meten entre la construcción del piso y salen aveces hasta en el pleno día.

En el columpio nunca me alcanzarían, pensaba de niña. A lo largo de estos años su vaivén no se ha detenido, ni lo hará jamás, así como mi historia lo recuerda, supongo que su exclusividad esta en tela de juicio.

¡Más fuerte, más fuerte! ¡Hazme sentir viva!, que tu juego me seduzca a la adrenalina propia de la vida, ¡Más lento, más lento! que me da miedo vivir tan de prisa y el horror de pensar en un incierto mañana me acaricia por la espalda donde siento el viento, ahí y en la cara y se me helan las manos de la cadena fría de la que me sostengo, columpio.

Un columpio ha marcado muy buena parte de mi historia, siempre he sido fanatica del vuelo, aunque a veces mis alas se han roto una y otra vez. Mi hermano me aventaba hacia el techo y volaba, cuando tenía como 5 años soñé que me lanzaba a volar desde la sala hasta el garage, y sentía ese viento que me persigue hasta en los sueños. Mi primer rebeldía fue irme de mi casa cuando tenía como 6, nadie me creía y alce el vuelo del nido, diría mi mamá y al primer lugar que fuí antes de buscar un nuevo hogar, fué al columpio, mi hermano blanco de susto me fue a encontrar tres calles más allá, yo me sentía fuerte al poderme mecer en el columpio por mi misma.

Y así las cosas especiales sucedieron, mis primeros golpes fueron cuando no quise llegar con mi mamá por quedarme en el columpio, cuando me buscó de las orejas me llevó con ella, pero fuí la valiente, la rebelde, la contestona, la solitaria, la desobediente, pero era yo, la terca muy terca de Areli.

Mis mejores momentos fueron en el columpio, en el de siempre, mis mejores amigos siempre lo compartieron conmigo, Aurea la incansable, nunca falto a la cita en el parque, Alan mi primo postizo, me mecía 'manchadamente' hasta que le pedía que parara, y que recuerdos, supongo que ahora como buen médico debe saber que me pudo provocar un infarto o algo así, pero la vida es tan incierta que no he vuelto a saber más, quizá es narcotraficante o ingeniero, no lo se y de eso si me gustaría enterarme.

Aurea que ahora comparte vida con Natalia su hija veía en los columpios el lugar perfecto para pensar en conquistar ... y no precisamente el mundo como pinky y cerebro, si no conquistar la vida, a los chicos y conquistar a nuestras mamás y en en mi caso también a mi abuelita, para que nos dejaran salir a platicar aunque todo el día nos hubieramos visto en la escuela, hubieramos hablado por teléfono dos horas, nos habíamos tardado en las tortillas una hora y en la tarde, el rictus de convencimiento para que nos dejaran salir a jugar al columpio, creo que nuestras familias accedían con tal de que dejaramos de gritarnos de azotea a azotea sin escucharnos aveces, pero era nuestra forma de decir, queremos estar juntas.

Y el columpio no ha parado, lo han mecido supongo que miles de manos entre ellas las mías, y lo han jugado otras tantas creo que las de los hombres más importantes de mi vida, en principio Efraín mi hermano, al que le decía papá y le espantaba a las novias, Alan mi primo y mejor cómplice de mi infancia, Fernando, el que me hizo sentir por primera vez un beso de novios y yo apenada me mecía despacio en el columpio, Alejandro, quien me enseñó que todo puede ir peor, pero si lo pensamos lo atraemos, con su sonrisa toda la vida menos cuando me baje de su carro muy digna y le grite dos que tres improperios y corrí hacia el parque, pero me alcanzó, también lo meció el hombre que más me ha amado en la vida, Israel y de el podría contar historias días seguidos sin parar, no se cuantas veces estuvo ahí pero hablando con sinceridad le dió batalla al columpio por ahí de 7 años, siempre amoroso, atento, y aunque mi mirada en los últimos años se desvió nunca dejaré de reconocer que el amor nos toca pero a algunos nos encanta y a otros nos medio mata, Isra aprendió con todos los obstáculos de la vida a que si hay un mañana se tiene que vivir y vivirlo amando, y no voy a negarlo, un par de lágrimas me estan saliendo por que llego al motivo por el que regresé al columpio, para recordar a quien creo yo es el hombre a quien más he amado, también es cierto, por el que más he llorado, al que he lastimado, no se si más o menos que a alguien más, pero lo herí y ya de paso me rompió el corazón y el esquema y revolucionó mi vida y me hizo sentir lo que el decía que era.. una mujer maravillosa, Oscar I.R.L. meció su columpio al lado del mío, nunca tocó mi columpio y eso era una señal, quizá todas las personas nos subimos a nuestro columpio, pero hay quien le da para adelante y te impulsa, y hay algunas personas que están sólo en el columpio de junto y esperan que alguien las impulse y desafortunadamente mientras tu te meces no puedes mecer al columpio de junto. Y así fué, decidió ser autodidacta e intentar mecerse solo y se cambió de parque y no se volverá a mecer a mi lado ni en el mío ni a cruzar una mirada de amor conmigo y Nahomi no estará con su tío y su tía Arelits por que ya no hay tal.

Mis lagrimitas saben a sal, y ya no disfruto su sabor, aunque es tibiecito y con el frío de estos días se siente chistoso en los labios, no me gusta probar a que me está sabiendo el dolor, si yo debería llorar gotitas de miel o de chocolate en agua, sería el mecanismo perfecto para la diabetes, eliminarlo tan fácil como llorando, por que si de por sí esta enfermedad te hace ser sensible, ahora con lágrimas saladas no es nada agradable, que mejor que destilar el azucar y sacarla por los ojos. Mi piel está mas seca, dicen que así somos los diabéticos, y ahora el viento cada que me impulso en el columpio me da la sensación de ser navajitas que me estan cortando la cara.

Mi mamá pocas veces me meció en él, las más me regañó por no quererme bajar del columpio, pero hoy y en sus palabras lo digo, "con tal de que sonrieras, el columpio, la Tuna, el baile, lo que quieras" pero ya no es lo mismo, prefiero sentarme en la jardinera y visualizar al mundo que me rodea, con el que a veces y últimamente me siento más apariencia por que la hija de doña Meche, osea yo, la alegre, la del coro de la iglesia, la que hacía fiestas cada ocho días, la que fumaba a escondidas, la que a todo mundo saludaba pero sólo visitaba la casa de su madrina, esa Areli está escondida, abajo de su cama, dolida de perder al amor más grande de su vida, de perder al guardián de su existencia Campeón de mi vida, de perder a la tercera mamá, mi madrina, de perder la salud y la alegría, de ganar lágrimas de apatía, quien perdió a la hermana que nunca tuvo, Tesalo, y que no tendrá, de descuidar a la otra hermana la China, de encontrar una nueva y no darle bateria, Texo, de perder la armonía en la Tuna, de buscar y no encontrar la felicidad, de dañar a mi mami, de gritar y de callar. Dolida si muy dolida de no querer detener el columpio pero hoy no hay energía...

¡Más rápido, ràpido que me alcanza la muerte lenta en agonía! ¡Más lento, más lento! Que se me va la vida y el deber me grita que debo olvidar al hombre que me dió alegría.

¡Más lento, más lento! que se detenga el tiempo para congelar el momento en el que se cruzó en mi vida, hay tantas personas valiosas conmigo, pero una me robó el suspiro, habita en mis sueños, produce mis agonías.

El columpio está intacto mi soledad lo ha debilitado, el recuerdo de mi alegría es lo que lo mantiene sujeto, las manos de mi madre sí, sí parecen pájaros en el aire, las que vigilan el columpio, mi vida, y la han sostenido hasta este día, en el que quiero que se detenga, pero el deber me obliga, a dar vida y alegría, a dar música y armonía en la vida de quien más he amado y en espera de quien más amaré...

Hoy por tí lo hago Merceditas, mañana que me encuentre a mí misma lo hare de nuevo por el placer simple y llano de vivir la vida, en la que por supuesto te has tatuado para siempre.

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